lunes, 23 de noviembre de 2015

Estampas alemanas: "O.T."


"O.T."

Una de las personas a las que nunca voy a olvidar es a O.T. Murió hace unos años, a los pocos meses de fallecer su mujer. Veterano de la Segunda Guerra Mundial, nunca hablaba del conflicto, ni solía dar consejos, aunque tenía una memoria prodigiosa, ya que se acordaba del nombre de todos los miembros de su familia, que no era poca, y de todas las personas que tenía a su alrededor.

Persona afable y tranquila, era seguidor del Shalke y aficionado al boxeo. También tenía un huerto. Sus hijos contaban que cuando era más joven, solía beber un poco más de la cuenta, los domingos a la salida de misa. Cuando le visitaba, también tenía por costumbre sacar una botella de licor, sentarse a mi lado, y decirme: "Israel, vamos a vaciar la botella". Y la vaciábamos. Los ancianos y los niños saben muy bien al lado de quién deben sentarse para conseguir lo que quieren.

Era entonces cuando se animaba, y se encendía recordando canciones de otras épocas. Y nos contaba lo mal que lo pasó en el Mar del Norte, durante la Segunda Guerra Mundial. Le destinaron a las calderas de un submarino, y recordaba cómo algunos compañeros, agotados, se abrían la cabeza al caer de las literas. Muchos se suicidaban. Una vez dijo que soñaba a menudo con el submarino, y que si le obligaran a subirse otra vez, se pegaría antes un tiro. De manera sincera y sin dramatismos contaba que odiaba el amanecer, porque le recordaba la hora de los bombardeos de los aviones enemigos, que venían del este justo al salir el sol, para no ser descubiertos. Contaba también que cuando acabó la guerra y llegó a casa, era de noche. Estaba todo destruído. Se le acercó una prima y le dijo que a la mañana siguiente todos los hombres del pueblo tenían que estar a las 6:00 de la mañana dispuestos para recoger escombros. No tuvo ni ocho horas para poder descansar.....
Le recuerdo con muchísimo cariño, y con cariño le hablaré de él a mis hijas. Me pregunto qué pensaba él de mí, un español que se ganaba la vida tocando la batería. Cómo vería el mundo actual, lleno de gente quejándose por situaciones insignificantes en comparación con las vividas en una guerra a nivel mundial. Qué pensaría de los que están sembrando Europa con terror, y de la gente que piensa que la guerra se puede parar con una guitarra o con la biografía de Ghandi en la mano. ¿Les daría a ellos la razón?

Pero sobre todo pienso que de alguna manera estoy en deuda con él, y con esa generación de mujeres y hombres que nos dejaron esta hermosa Europa en la que vivimos. En deuda con el esfuerzo que hicieron; en deuda porque, excepto cuando se les desbordaba el alma por culpa de un recuerdo, una vieja canción o unas copas de vino, vivían su angustia en silencio. En deuda porque nunca les faltó una sonrisa para los demás, aunque ese día se levantaran recordando que hacía justo 60 años perdieron a un padre, una hermana o la persona que más querían. En deuda y también agradecido, por haber conocido a tan magnífica persona. Y al menos el tiempo que yo viva, su recuerdo permanecerá vivo en nuestra casa.


Wesseling, 23 de Noviembre de 2015





















lunes, 16 de noviembre de 2015

Tres momentos sobre las noticias de París



De los cientos de imágenes y sonidos que se han emitido este fin de semana en relación al terror sufrido en París, me quedo con estos tres:

1-La gente corriendo desde las gradas hacia el centro del campo, al finalizar el Francia-Alemania. Se me hace un nudo en la garganta al ver a un padre abrazado a su hijo, la criatura llorando y el padre mirando hacia todos lados. Junto a ellos unos chicos riendo y haciendo fotos con el móvil. Una mujer se ha desmayado y la ayudan entre dos o tres personas. El realizador vuelve a mostrar otro niño llorando, y a gente hablando por el móvil. Mucha gente hablando por el móvil.

2-Manolo Lama contando que está a punto de salir con la expedición que acompaña a la Selección Española. Juegan en Bruselas y las medidas de seguridad son máximas. Según Lama, viajan tan sólo 72 personas. "El miedo es libre", dice, y los patrocinadores e invitados de la Federación han anulado el viaje. Algunos jugadores han dicho que si por ellos fuera, no viajarían.

3-Un militar explica, sin tapujos ni frases encriptadas, que militarmente hablando, el Estado Islámico estaría completamente derrotado en menos de una semana y sin bajas para los aliados. Saben dónde está el petróleo que venden y utilizan, saben quién está detrás de la venta de antigüedades (uno de los negocios para financiar a los terroristas), saben dónde tienen los arsenales de armas..... pero también saben que los terroristas utilizan escudos humanos, y según el militar la sociedad de hoy en día no apoyaría una solución en la que morirían inocentes.

Cada día que pasa soy más pesimista. Ya no sé si es algo enfermizo, o por alguna causa que se me escapa. Lo que puedo asegurar es que no es impostado. Y pienso que sólo por casualidad, no se derrumba el mundo donde vivimos. Me pregunto cómo podemos ser tan insensibles como para no mirar hacia nuestro alrededor por si alguien necesita ayuda, mientras hacemos fotos con un móvil. Me pregunto qué harán a partir de ahora las personas que libremente han decidido cancelar el vuelo con la Selección, si volverán a tatarear con la misma pasión el himno, y si saludarán a los jugadores de igual manera como solían. Y me pregunto qué se les pasará por la cabeza a esos políticos que tanto insultamos y menospreciamos, pues saben que hagan lo que hagan los criticarán los votantes, esos mismos que cancelan vuelos, que miran para otro lado cuando hay gente que necesita ayuda, o que posan con cara de circunstancia para la nueva foto de perfil con la bandera tricolor. Por no hablar de los Bardem y los Toledo, más cercanos al Reino Vegetal que al Animal. El ser humano es un pozo sin fondo. Sin remedio alguno.

Wesseling, 16.11.2015















domingo, 8 de noviembre de 2015

Estampas alemanas: "La inmigración en Alemania"


Estampas alemanas: "La inmigración en Alemania".

Escribe Stefan Zweig en El mundo de Ayer: "Sabemos por experiencia que es mucho más fácil reconstruir los hechos de una época que su atmósfera espiritual. Ésta no se encuentra sedimentada en los acontecimientos oficiales, sino más bien en pequeños episodios personales".

Lo que está pasando actualmente con la inmigración en Alemania, no es tan difícil de sentir si se vive desde dentro. No me refiero a esa inmigración de europeos que, con aspecto descuidado pero con dinero suficiente en la tarjeta de crédito, se vuelven a casa después de vivir unos meses en el Motor de Europa. Regresan tal y como habían venido: sin saber alemán, con un montón de títulos que en el día a día de una empresa no sirven para nada, y con la convicción de que un gobierno, en este caso el alemán, tiene la obligación de sacarles las castañas del fuego y hasta de cogerles de la mano para cruzar la calle, si hiciera falta. 
No, no es esta la inmigración de la que hablo. Son inmigrantes que lo han perdido todo. Que están dispuesto a arriesgar su vida y la de sus seres queridos porque, sencillamente, ya murieron una vez. No vienen en nombre de Alá o del Dios cristiano, y ya tampoco pertenecen a un país. Se deben a su familia, que es la patria por la que cualquiera de nosotros lucharía hasta el último aliento, hasta la última brazada en medio del mar, hasta la última gota de agua en medio del desierto. 

Mi mujer estuvo atendiendo a los primeros refugiados que llegaron a la ciudad donde trabaja. Me contó que le había extrañado ver muchas mujeres y niños, sin sus maridos. No se atrevió a preguntar el porqué, pero luego nos enteramos. En la frontera de algunos países donde los refugiados tenían prohibida la entrada dejaban pasar, por caridad, a mujeres y niños. A los hombres no. Duele imaginar el verme obligado a separarme de mis hijas. Tratemos de ponernos en la piel de estas personas. Ahora bien: ¿cómo describimos estos hechos?

Los hechos oficiales son lo que nos cuentan los medios de comunicación. Una manifestación de 2000 personas que no quieren inmigrantes tiene más peso en las noticias diarias, sobre todo la de fuera de Alemania, que las miles de personas que de manera anónima, se acercan a la iglesia, a la mezquita, al ayuntamiento o los bomberos, para llevar ropa, carritos de bebé o mantas; jubilados que se ofrecen para reparar bicicletas y vecinos que se organizan para llevarle al jubilado sus bicicletas usadas, con el fin de que puedan utilizarlas otros; aficionados al fútbol que están llenando los estadios con la misma pancarta: "Bienvenidos refugiados"; guarderías y colegios que recojen material para confeccionar farolillos de San Martín, y juntos, los niños ya asentados y los niños recién llegados, ayudados por algunos padres, ensayamos la música para el gran desfile del día 11 de noviembre, día del santo. Se ha creado una atmósfera espiritual que impregna cada rincón de este maravilloso país.

Mientras unos pocos se manifiestan contra los recién llegados, y los alcaldes justifican su puesto organizando foros sobre inmigración "con especialistas en la materia" que también tienen que justificar su auto-proclamada y descafeinada sensibilidad, la inmensa mayoría está decidida a sonreír, a tender la mano, a ayudar. Por todo esto, Europa es un lugar cada vez más hermoso, y su éxito como espacio de convivencia está asegurado.

Wesseling, noviembre del 15.













lunes, 2 de noviembre de 2015

Cuentos a orillas del Guadiana: "Tomás"

Son casi las once de una estupenda mañana y Tomás se acaba de despertar. Está de muy buen ánimo, pero también cansado. Acaba de venir de un viaje por Sudamérica, regalo de sus padres al terminar el último máster. Ahora podrá exponer sus mejores fotos del viaje tal y como ha hecho otras veces. Como le repetía siempre su abuela: "las cosas no son como son, sino como se las recuerda".

Tomás sale al balcón y contempla maravillado el río Guadiana. Se pregunta qué es lo que tiene esta ciudad de la que es imposible desarraigarse. Él conoce mundo. En tercero de carrera estuvo un año en Roma, pasó 6 meses en Londres haciendo un máster y a sus 31 años ha estado ya en los cinco continentes. Por supuesto que ha conocido ríos más imponentes que el Guadiana, pero sus aguas, su gente y sobre todo sus chicas, esas chicas del Guadiana que tantas veces le han oto el corazón, hacen que sea imposible salir de la ciudad sin sentir un profundo desasosiego. Querría no depender tanto de ese estado de ánimo, pero nunca había sido capaz de desprenderse de él.

Se ducha, se viste, y baja a desayunar. Espera no encontrase con nadie, ya que se ha propuesto decidir por fin qué hacer los próximos meses. Quizá los próximos años. A todo el mundo le pasa, que delante de media con jamón y un café portugués las musas vienen enseguida a hacernos compañía, ya que ellas tampoco son capaces de resistirse a ciertos aromas. Badajoz huele a desayuno entre las 9:00 y las 12:00, y eso bien lo saben los seres que nosotros creemos imaginarios. En la ciudad todo ocurre a estas horas. Las grandes citas, las decisiones más importantes, las buenas y malas noticias: la urbe alcanza su cenit a la hora del desayuno. 

Y en estas estaba Tomás cuando una de sus musas le sopló algo al oído. De repente se acordó de su abuelo, y del piso que con tanto cariño había reformado para su nieto. También se acordó de sus padres, y de la ilusión que habían puesto para que él también fuera algún día profesor universitario. Sintió junto al aliento de su musa ese sentimiento de obligación que tantas veces le había oprimido el corazón, aunque esta vez era algo distinto. No tan intenso. Sentía admiración por sus padres, sobre todo por su padre, y estaba decidido a seguir sus pasos. Si su abuelo sólo había vivido para cuidar de su familia, trabajar y sacar adelante las fincas del pueblo, su padre había invertido casi todo su tiempo en darse a los demás. Bien en la universidad, bien escribiendo en el periódico local, Manolo, que así llamaba todo el mundo a su padre, no hacía otra cosa que pensar en cómo se podría solucionar tal o cual problema de los barrios de la ciudad, siempre en beneficio de los más desfavorecidos. Y no perdía ocasión para dar su opinión al respecto. Ahora él, gracias a una de las musas del Casco Antiguo, y el efecto catalizador de media con jamón y un café café, seguiría los pasos de su padre.

En realidad siempre lo había pensado. Los horarios de la universidad son muy relajados, y podría dedicarse a su otra gran pasión: la política. Daría el paso que no dio su padre. Estaba dispuesto a dejar de viajar, siquiera al pueblo donde tenían una finca con caballos y Tomás solía irse a desconectar de esta sociedad fría e insolidaria. Estaba dispuesto a sacrificarse, a comprometerse de verdad, sin reservas, acatando las normas propias de una organización política. Estaba dispuesto a ofrecer su tiempo, compartir su experiencia y sus vivencias, con el fin de conseguir un mundo mejor y más justo. 

Estaba seguro de obtener el título de Doctor en Química a lo sumo en cinco o seis años. Para entonces quizá fuera ya concejal. ¿Cuántos concejales con título de doctor había en el Ayuntamiento? La ciudad le necesitaba urgentemente, como la Universidad y los lectores necesitaban a su padre. Además él no era el típico político clasista, prueba de ello es que mucho de sus amigos eran fotógrafos como él. Y músicos, y poetas. Todos hablaban con admiración de Tomás el químico, hijo de Manolo el profesor de la Uni que escribía en el periódico. Los amigos le adoraban. ¿Por qué no la ciudad, su ciudad?

De repente le entraron ganas de mandarle un mensaje a su mejor amigo y contarle todo, pero pasó delante de un escaparate y se detuvo. Por fin había salido a la venta el último modelo de NIKON. Comprobó que tenía la VISA en la cartera, y entró decidido en la tienda. 

 

Wesseling, octubre del 15.