miércoles, 5 de noviembre de 2014

Silbidos (#1)

(Dedicada a los Centauros del Desierto) 

Hay pocas acciones tan interesantes y variadas como silbar. En apariencia puede parecer algo sencillo e irrelevante, pero si observamos con detenimiento, podemos apreciar algo más detallado e incluso profundo. Porque no, no todos los silbidos son iguales.

 

Hay silbidos entonados por personas que no soportan la soledad, y silban muy bajito, de fondo, como quien duerme con la radio puesta. Su silbido les hace compañía. Están los silbidos nerviosos, de impaciencia, como los de la cola del supermercado un sábado por la tarde, o la tonadilla del pescador desesperado por llevar toda la mañana con la red vacía.

 

Hay silbidos que esconden una preocupación, de tal modo que la persona derrama su desasosiego por entre los labios, que ya no tiene forma de "o", sino de sonrisa invertida. La cadencia es lenta y susurrante, emitiendo notas sin una melodía concreta. Podemos escuchar estos auténticos requiem de los silbidos a cualquier hora del día; en la sala de espera de un hospital, la cola de un banco, o en la oficina del paro. No hay nada más español y que incite más a echarse a silbar como la oficina del paro.




Escuchamos también, muchas veces sin ser conscientes de ello, silbidos de felicidad eterna, como la del padre a quien su hija le planta un beso poco antes de entrar en el colegio. Y le entran ganas de gritar: "¡Ey, ¿no habéis visto lo que acaba de hacer mi niña?!" Pero como quiera que es un buen hombre, sabe reprimir sus impulsos y sencillamente se pone a silbar. Y vaya silbido.....¿felicidad eterna he escrito? Vaya cursilería. Quizá quise decir de orgullo, como el que muestra Sir Alec Guinness escuchando a sus soldados silbar "La Marcha del Coronel Bogey". Porque cuál es si no la mayor alegría de un padre, ver crecer a sus hijos y sentirse orgullosos sólo por eso.

 

Y seguro que quien esté leyendo ésto, alguna vez ha intentado en un repentino ataque de nostalgia, imitar el sonido de nuestro abuelo mientras se afeitaba, o la canción que acompañó a nuestro primer beso. Entonces la melodía se adueña del último rincón del alma, alterando incluso los sentidos, ya que no sólo podemos ver a nuestro abuelo delante del espejo mientras se afeita, sino que el aire huele a Ducados y a Floïd. Y no sólo recordamos nuestro verdadero primer amor, sino que podemos tocar su pelo, besar de nuevo sus labios, y sentir el aire fresco de la primavera. De aquella primavera que nos acompañará por siempre, y florecerá seguro en el invierno de nuestra vida, tal y como crece entre las nieves la flor del Edelweiss.

2 comentarios:

  1. A mi el silbido que me gusta más es el de Bogart después de que Bacall le diga eso de "put your lips together and blow" en Tener y no tener.

    http://www.youtube.com/watch?v=KY15R3yHBEI

    Feliz viaje bloguero Israel. Un abrazo.

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  2. Me acordé de ese silbido y del silbido del Vampiro de Düsseldorf, pero no tuve narices a meterlos. Un abrazo Sigu 😉

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